jueves, 6 de enero de 2011

El negreo wild on (8) dice: wena, ¿qué hiciste en las vacas?

Volví. Luego de un largo receso, escribí de nuevo en el blog. En un momento pensé que nunca más, pero pude superarlo. Teleseries, escuelas de sociología, trabajos 5 am y fantasmas de navidades pasadas me enhuecaron el camino. Pero resultó bien: Creo que lo que escribiré ahora en adelante será mejor, distinto y fome. Así que, bacán por mi, mal por ustedes, que serán acosados por mi para que lean esto. Gracias::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

La situación era así: Un muchacho se encontró planeadamente con una muchacha en un paradero de micros y caminaron hacia algún local que les sirviera comida o bebidas bebestibles. Se miraron mientras pasaban las micros y se dieron un beso en la boca, que no pretendía más que saludar. El muchacho abrió su brazo izquierdo esperando que su mano izquierda encontrara algo. luego de dos segundos, encontró la mano derecha de la muchacha.
Después de 10 minutos caminando, la muchacha le dijo: "oye, suéltame la mano, porfa. La tengo toda sudada" "Ah, sorry", le respondió el muchacho y se soltaron. Luego de un rato en que comentaron la soledad de sus abuelos y de lo caro que estaba el cine, llegaron al local y se sentaron en sus sillas, para después apoyarse en sus mesas.
-Tú también sentí que algo está mal, ¿cierto?- preguntó el muchacho. -Es que no sé si está bien o mal, quizás no nos gusta cómo está- le respondió ella.
Él miraba las sillas rojas-plásticas de coca cola. No podía creer que después de años viéndola en la sala de clases, en la casa de los amigos, en su bikini en verano, ahora esto no resultaba.
-Él menú es arroz con pollo arbejado, ensalada de tomates. ¿Qué van a querer para beber?- les preguntó alguien que trabaja de mesero. -Dos fantas y las arbejas sin pollo por favor- respondió la muchacha.
-Pero igual nos conocemos, ¿por qué pasa esto?- preguntó el muchacho. -Nos conocemos porque llevamos todo el verano juntos po, pero ya no sé si quiero comer arroz con tomates. Prefiero las piscinas de departamentos en vez de las películas suecas. Lo siento.- contestó ella.
El mozo trajo la comida a la mesa. El muchacho, con lágrimas en los ojos, intentaba pinchar un tomate con su tenedor, pero no lo conseguía. El tenedor no pinchaba la fruta. Luego de 5 minutos intentando sin éxito agarrar el tomate, y además sin ganas de tener éxito, el tomate pensaba "yapo huevón".
Lo siento por el tomate, pero no es el importante en las buenas historias. Pasarán a solas el tomate y el muchacho, por el resto de la tarde.

1 comentario:

Antonieta dijo...

aaaaaaaaaaaaawwwwwww
la gente siempre discrimina el tomate si no tiene un acompañante interesante, como la cebolla