lunes, 23 de mayo de 2011

La verdad de la milanesa

Un cuento de esos que no dicen nada nuevo. De eso que muestran lo que se ve::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Como cualquier adolescente, hay un Joven que quiere tener dinero para poder hacer sus cosas tranquilo. Sus cosas, que son bien juveniles, se remiten a 76 objetos: alcohol, cigarros, marihuana, audífonos, minutos para el celular, tickets para conciertos-recvitales, ropa accesoril y comida callejera (alias chatarra). Lamentablemente sus padres no pueden asesorar todos estos gastos, ya que la vida, aunque no lo quiera el Joven, se gasta y consume en circunstancias un poco más trascendentales, que superan en importancia a los objetos codiciados por el Joven. Por lo menos así lo estimaron sus Padres. Algunas de estas cosas son: tener un hogar, tener artículos electrónicos que ayuden a mantener el hogar y otros que funcionen bien para poder hacer comida, tener seguros -sobre todo de salud- y la educación del Joven, que lamentablemente no es lo suficientemente subvencionada como para que la familia pueda destinar dinero en arreglar el techo que se gotea. Por lo tanto arreglar el techo que se gotea no está en los objetos que se gastan.
Sabido esto, el Joven tiene que hacer recursos por su propia manera para mantener la vida que él desea mantener. Es por esto que el Joven trabajó en varios lugares, teniendo que sacrificar un poco de televisión y de buenas tallas proporcionadas por sus amigos. En esos casos sólo se conformó con poner me gusta en facebook.
El Joven no quiere sacrificar muchas cosas: Ni carretes buena onda con sus amigos ni horas de estudio que le ayudan a obtener de buena gana un título profesional. Por lo tanto cuando sus Padres le ofrecieron ir al campo de su Tía-Abuela, el respondió que no. El Joven pensó que la casa se quedaría sola y podría estudiar tranquilo y a la noche invitar a sus amigos, para que tiren buenas tallas y se emborranchen jugando un buen juego de cartas. Quizás podría conocer una mujer, pero lo veía difícil, porque eso nunca pasa.
Un día caminando y analizando alguna película de Tarantino o Spike Lee, al Joven se la vino una idea a la cabeza para ganar un buen dinero. Son de esas ideas que uno se imagina cómo serían, pero no las hace en realidad. Esta dice así: el Joven va con sus Padres a la casa de su Tía-Abuela en el campo, le pide a un Amigo que entre a la casa de él en la ciudad y el Amigo roba las joyas anticuadas que tiene su Madre bien escondidas, y se va y los dos las venden en el mercado y ganan cientos de miles de pesos.
El Joven contactó a su amigo con más maldad en su alma y le pidió que lo ayudara en esta expedición. El amigo dijo que bueno, entonces planearon cómo sería el accionar: primero, se va el Joven con sus Padres fuera de la ciudad. Tipo una de la tarde, entra el amigo a la casa, sabienod que las llaves están en el clásico masetero de la entrada. Luego, el amigo registra el segundo cajón de la isquierda, que es donde están las joyas y se las lleva todas. Además se lleva cosas como relojes y ropa, para que pase más piola el robo y no se piense que fue datiado. Luego desordena el hogar entero y se va, ojalá sin que lo vea la vecina que siempre está barriendo la vereda aunque sea verano.
La familia parte el sábado por la mañana y ya el miércoles el Joven pasa largas horas en el baño, sentado en la tasa del water específicamente, no sólo botando porquerías por el poto sino también reflexionando sobre lo que se vendría. Él pensaba que sus Padres le echarían la culpa a los flaytes que gobiernan la ciudad y que nunca dudarían de su común hijo. Pero el sólo hecho de ver a sus Padres muy tristes y a su Madre putiando a todo mundo, le hacía podrir el cerebro y el estómago.
Obviamente el Joven no pudo dormir el día anterior y salieron tempranito Padres e hijo al campo de su Tía-Abuela. Se fueron escuchando radio cooperativa, y cada vez que hablaban de tribunales o de algún hecho policial, el Joven pensaba en matarlos a todos y luego limpiar el auto. Y luego matarse a él.
Llegaron a la casa de la señora, que estaba con un delantal de flores y las manos frías pero secas, de tanto lavar y secárselas con el paño que le cuelga de la cintura. Ella les tenía un montón de comida bien casera para comerla durante todo el día. También estaban invitados unos primos, que se reían de cosas que en verdad no dan tanta risa y que no lograban distraer al Joven de la estupidez que estaba haciendo su amigo en comlicidad con él.
Ya eran las dos y media de la tarde, no podía comer más albondigas con puré y creía que el daño ya estaba hecho. "¿Para qué tanto sacrificio?" Se preguntaba el Joven, y se autorespondía que cuando tuviera plata para hacer todo lo que siempre quiere hacer, sería feliz y despreodupado, pero esta mierda que vivía ahora era el precio que había que pagar. A lo que le llega un mensaje de texto, proviniente de una persona con igual maldad en el alma que el Joven: "Me chupé. No pase por tu casa. Nos vemos de ahi".