martes, 7 de enero de 2014

Pasear Perros de Noche



   En esa situación que alguien te manda un mensaje de texto así como “oye, qué vai a hacer hoy día?” y uno que no tiene muchas ganas de hacer algo, así, entendiendo el algo como salir de tu casa y juntarte con otra gente a conversar y tomar copete; quizás jugar a algo para que todo no sea tan típico. Y en más o menos dos minutos uno piensa en los alcances que tiene salir a hacer algo: gastar plata comprando algo para tomar, esperar con frío la micro que pase de ida y de vuelta -sabiendo que de vuelta la cosa siempre es más difícil- y toparse con gente que lo más probable es que me pueda desagradar. En el peor de los casos juntarse con más gente, pero no mucha, a ver videos en youtube. Pésimo. Pero así es la cosa, así es la juventud, así soy yo, así somos todos, unos más que otros. Entonces respondo sin demorarme más de 10 minutos el mensaje de texto, pa no desesperar al que me mandó el mensaje: “por ahora nada, tu tení algo?” Espero que me diga que no, así los dos no tenemos nada, somos dos personas que no tienen ese algo que hay que tener un viernes por la noche, por lo que se saben fracasados y están destinados a quedarse un viernes en la casa. Y así me quedaría en mi casa, vería una película que ojalá me sirva de algo en la vida y así me acuesto con ganas de un sábado prometedor. Esperanzador, mejor dicho. Tener un viernes descansado para hacer un buen sábado. De levantarse más o menos temprano, comprar cosas, ordenar lo que hay que ordenar, arreglar lo que hay que arreglar, estudiar lo que hay que estudiar, dormir un poco de siesta y estar muy dispuesto a carretear bacán ese día. Y el domingo alcanzar a levantarse para ir al estadio. Todavía no tengo panorama para el sábado, no tengo ese algo, pero sé que puede pasar algo bueno. Pero todavía es viernes.
   Entonces estoy en esta situación de que no me responde y ya me voy haciendo la idea de estar echaito en el sofá viendo una película, cuando se devuelve el mensaje de texto. “Carretiemos con la nona. La Jaz va en auto, así que te podemos pasar a buscar por ahí. Vai?”
   Para mí el Jazz era un estilo de música, que se toca así como pum pum pum pum puuuuum, dum dum dum, tssss, dum tss puuuuh. Algo así, pero nunca iba a decirle Jazz a una persona. El Jazz nunca fue una persona, siempre eran unos negros gringos con sombrero, que tocaban mucho rato. También hay alguien llamado Chick Corea, que con ese nombre nunca me pude imaginar a una persona. Nunca supe cómo es. Lo pude haber buscado en google, pero tampoco lo hice, porque nunca se me ocurrió, nunca tuve la necesidad de saciar la incógnita. El punto es que Jazz ya no sólo es todo eso, sino que también Jaz es la polola del que me mandó el mensaje de texto. En verdá se llama Yazmín, pero encuentra que su nombre es muy chulo y se autodenomina Yaz. El punto es que en un momento de su pubertad descubrió que la música jazz se escribe con jota, entonces en el nickname de mesennger se puso Jaz, así con jota y quedó para siempre como jaz con jota. O simplemente Jaz. Y la nona es una amiga de la Jaz, no la más amiga, pero sí bien cercanas. Iban en el mismo colegio y se conocen bien, se caen bien y se invitan a carretear.
   Obviamente respondí el mensaje de texto con un “Ya, voy a ir a la rotonda. A qué hora están por ahí?” Respondo eso porque no puedo decir que no. Es una cosa que no controlo, no puedo decir “no quiero, me da lata moverme de mi casa. Nos vemos” No se puede, tengo que tener una escusa buena. Así como que me tengo que levantar temprano al otro día o que se me perdió mi perro y estoy vuelto loco buscándolo. Pero eso no pasó y tampoco lo voy a inventar. Me cuesta mentir también. No me queda otra que abrigarme, abrigarme mucho, porque hace frío, y caminar al paradero. Antes reviso el teléfono por si es que me respondió el mensaje. Y sí lo había hecho: “ya, como en media hora”. Hay que hacer algo por mientras, que no sé lo que es. Veo tele un rato. Ojalá ya haya pasado media hora y me fui. Pasó el auto de la Jaz justo cuando llegué. Nos saludamos con un hola. Cómo estai, en qué andai y todas esas cosas que se preguntan. La nona me dijo que me había visto el otro día en el metro, pero que estaba lejos y no me saludó. Yo le dije “ah, buena” y la nona me respondió que al lado mío había un tipo con una moica cuática, así bien pará y no chica asi como de flaite. “¿Te acordai?” “Ah, ahora me acuerdo” le dije. Y la verdad era que me acordaba, era un punki que le gustaba la ropa, la moda, el diseño. Muy meticuloso en el peinado, en las tachas, en los parches, en los bototos amarrados hasta arriba. Incluso medios limpios.
   Luego de un rato sin conversar, donde yo la verdad no tenía nada muy interesante que decir, y entonces no dije nada, caché que el auto estaba funcionando con la radio apagada. Y me levanté de mi asiento de atrás para volcarme hacia adelante y hacer algo al respecto. Ahí caché que el auto no tenía radio. El que me mandó el mensaje de texto me dijo que a la Jaz le habían robado en el auto. Para ser más precisos le abrieron el auto y le robaron la radio. “Flaites de mierda” dijo la Jaz. Yo no sabía qué pensar sobre los ladrones. Pensé mucho en mi vida con respecto a su existencia y no llegué a ninguna conclusión. Por lo tanto no tengo opinión con respecto a ellos y tampoco voy a pensar sobre ellos. Ojalá no me roben a mí y ojalá que no roben más. La Jaz me preguntó qué opinaba de los ladrones, así como para poner un tema polémico, ya que estábamos muy callados. A la Jaz le encanta generar discusiones y a su pololo no le gusta que ella haga eso. Cuando pelean, lo hacen por ese tema. Yo sólo le digo que no debe ser bacán robarle algo a alguien, por lo que creo que la vida de los ladrones no debe ser bacán. Ella me responde hablando fuerte, sin gritar, pero con un tono alto y me dice que se mueran todos los flaites culiaos. Yo le respondo que no sé si esa sea la mejor opción. Nunca me han gustado mucho los genocidios. Pero intento evitar el tema, no quiero que se forme un clima tenso dentro del auto. Después de un rato de silencio la Jaz iba a decir algo, pero justo llegamos a una boti, así que la Jaz no pudo decir nada. Paramos ahí pa comprar unas chelas.
   -“¿Te motivai con unas piscolas?”, me preguntó mi amigo, el que me mandó el mensaje de texto. Que se llama Roni. O sea, no se llama así, le decimos así. Le decimos Roni. Yo le dije que ya, asumiendo que ya emprendí el viaje a un viernes carreteado y que mañana me voy a despertar tarde y con dolor de cabeza. Que después voy a tener que dormir siesta y que el fin de semana que planifiqué toda la semana se va a resumir a dolores de cabeza, siestas y estudios apurados de cosas atrasadas. Todo por estar comprando un pisco y una coca cola. Si me pongo racional habría que preguntarse si lo que estoy haciendo vale la pena. El punto es que no alcanzo a preguntarme mucho, porque ya estoy sentado en la parte de atrás del auto con la bolsa negra arriba de mis piernas, de mi falda como se debería decir. Pero no se dice. Yo no ocupo falda y nadie le dice falda a los muslos. Llevo las botellas en una bolsa negra arriba de mis muslos.
   Llegamos al carrete, que era un desastre. Un grupo definitivamente mayor, con más de treinta años sentado en un sofá por un lado, gente que me parecía haberla visto antes en mi vida encima de un computador, entre poniendo música y viendo videos en youtube, y en una silla, al lado de una mesa, un tipo medio flaco y medio alto también, que estaba tomando ron. Me tincó que era buena onda y me fui a sentar al lado de él. Me hice una piscola. Por suerte había hielo así que le puse hielo al vaso y me senté al lado de él. Nadie empezaba la conversa, yo igual quería empezarla, pero no sabía cómo. ¿Cómo se empieza una conversación con alguien que no conozco? Esa es una pregunta que siempre me atormentó y que nunca pude responder bien. Que siento que es fundamental en la vida social de las personas, y que al no encontrarle respuesta, mi vida social queda media coja. De repente él me pregunta “¿Erís hermano del Ramiro?” Yo le respondí que sí, y le pregunté de dónde lo conocía. Él me respondió que lo había visto un par de veces en la escuela y en verdá nunca había hablado con él. Pero me cachó la cara y pensó que yo podía ser su hermano. Lo obvio para continuar la conversación era que hubiéramos hablado de mi hermano y su escuela. Y si es que conocía a la polola de mi hermano que también va en su escuela. Pero en una especie de iluminación que me vino, le pregunté sobre algo nada que ver, pero muy apropiado. “¿Qué estaríai haciendo ahora si es que no estuvierai acá?” Él encontró que era buena mi pregunta. Me dijo que seguramente estaría jugando un juego de shooter, que son esos que estai como en un lugar, tipo Irak, que está todo destruido y vai matando hueones y tenís misiones y equipos. Y jugai on line. Y hablai con la demás gente, por micrófono. Yo le dije que yo estaría viendo una película. Íbamos a empezar a hablar de películas cuando apareció el Roni y me dijo que fuéramos a otro departamento, en el mismo edificio, que ahí iba a hacer una mano y que estaba más prendido que el lugar donde estábamos ahora. La verdá es que no era muy difícil que estuviera más prendido, el carrete era un desastre. Si no fuera por un gallo que tenía las expansiones más grandes y deformes que había visto en mi vida -yo cacho que le cabía un velón de iglesia (cirio creo que se llaman)-, no había nada extraordinario que hacer ni que recordar. Le dije al loco que estaba hablando conmigo, que maleducadamente no lo pregunté el nombre, si quería ir al otro lado y me dijo que bueno. Después supe que él era el dueño del departamento donde estábamos en ese momento.
   Llegamos y el panorama no era muy distinto. Sonaba un raggamuffin que obviamente no recuerdo, porque me cuestan los raggamuffins. No alcanzo a reconocerlos, al menos que sea uno bien famoso tipo Sean Paul. Pero a la gente que estaba ahí les gustaba ese tipo de cosas. Bien por ellos pensé. Le pregunté al loco del departamento si es que le gustaba el raggamuffin y me dijo que sí. Después no hablamos más por un rato, pensé que quizás lo estaba aburriendo. Miraba al Roni que estaba hablando con alguna gente, que iba a la cocina, que volvía y que me hacía señas de que iba bien, pero de que me esperara un poco. De repente apareció alguien que tomaba copete de una taza del demonio de tazmania (una taza de taz) y nos empezó a meter conversa con muchas ganas. “Güena güena, ¿qué onda cabros? ¿Ustedes conocen al Carlo?” Yo le respondí que estaba ahí porque soy amigo de alguien que estaba haciendo una mano, y el tipo dueño del depto le dijo que él era vecino del Carlo. Él respondió con la palabra “buena” repetida muchas veces –“buena, buena, buena, buena”- de manera muy rápida. No caché cuántas veces lo dijo. Después hubo un monólogo de él que voy a intentar reproducir:
   “Cabros, está hueá está pulenta. Cachen que esa mina que está allá es la ex del Carlo, que es mi amigo así de la infancia, somos como hermanos. Yo igual como que de repente le digo hermano a cualquier persona, así como ‘güena hermano’ o ‘cómo estamos hermanito’, pero en verdá son pocos a los que yo considero como mis verdaderos hermanos. Yo en verdá no tengo hermanos así como alguna persona que sea hijo de mis papás o de uno de ellos. Yo tengo dos hermanas por el lado de mi papá. Pero independiente de eso, yo creo que son más importantes los hermanos de amistá que los de sangre, que vendrían siendo mis hermanas por el lado de mis papás. Y de estos amigos así de amistad, de compadre se podría decir, yo al Carlo lo considero como de los más cercanos. O sea, imagínate lo importante que es pa mi el Carlo.
   Yapo, entonces esa es la ex del Carlo, y la mina está terrible de loca. Es cuática la gente loca, yo creo que todos estamos medios locos en verdá. Como que la locura es una hueá que nos caracteriza como seres humanos, como que no podemos actuar cien por ciento normal, como que no podemos no más. Y esa hueá igual es bacán, es como pa salirse de la rutina que nos tiene muy pa la cagá. Es como una válvula de escape que tenemos nosotros los humanos y a mí me parece la raja esa hueá. Pero la locura de esta mina se va en otros niveles. La loca se creó una cuenta de Facebook con fotos de otra mina y agregó a mi amigo, al Carlo, y se lo empezó a jotiar. La mina primero agregó a otro amigo del Carlo, el Esteban y se puso fotos de una mina igual rica, pero normal, entonces el Esteban la agregó pa sapiarle las fotos y en volá pajiarse, jajaj, pero nunca hablaron ni nada. Entonces cuando la mina agregó al Carlo ya tenía de amigo en común al Esteban y la mina le puso en un inbox, antes de que el Carlo la agregara, que lo había visto de lejos en el cumple del Esteban, que lo encontraba interesante, que también le gustaba el raggamuffin y hueá. Y ahí empezaron a conversar y la hueá, pero todo el rato era la mina del Carlo que se estaba haciendo pasar por otra. ¡La hueona loca po! Como que esa hueá hace mal. Y después la loca, varios meses después le dijo onda, oye tenemos que hablar y hueá. Y el Carlo muy normal así, y la loca le dijo que ella era la de la cuenta y que no podía ser que se hubiera jotiado a otra mina, que él era un irresponsable y toda la hueá. Obviamente terminaron, pero como la mina está loca, sigue viniendo a los carretes, así cara de raja. La locura es una volá muy cuática cabros”
   Dicho todo esto, yo sólo me quería reír, pero la conversación nunca dio el espacio, como que siempre fue muy seria. Estábamos hablando de la locura, eso igual es serio. Yo dije que pensaba que la locura de las personas iba creciendo con la edad. Como que los viejos tienen muchas mañas y hacen cosas raras, tienen actitudes raras. Dije eso por experiencia personal, de gente que se pone vieja y como que le cuesta relacionarse con las demás personas, y se ponen raras y generan conflictos. El amigo de la taza me encontró razón. Dijo que en su barrio hay un par de viejos que pasean perros en la noche. Pero así como súper tarde en la noche, tipo dos de la mañana. Que varias veces le ha pasado que viene volviendo de carretiar y ahí está uno de los dos señores paseando a unos pastores alemanes. Y que estos viejos tienen cara media de zombis. Como que no están pescando mucho la vida, en volá perdieron los horarios correspondientes para hacer cada cosa y se levantan a las dos de la mañana a pasear a sus perros.
   Estuvimos de acuerdo en la locura, en la locura senil. Seguimos hablando de eso, porque la verdá es que me estaba entreteniendo la conversa. Después de un rato, Roni me hizo señas de que nos fuéramos y nos fuimos. Le dije al amigo de la taza que un gusto en conocerlo, que lo pasé bien. Él se despidió amablemente y me tiró una talla fome que no me acuerdo cómo era. Le pregunté al Roni si compró la marihuana y me dijo que no. Que había quedado una cagá, que el loco que le iba a vender se había cagao con hierba a una mina, que era la ex de uno de los que estaba ahí, entonces que mejor le pasara lo que le debía sino iba a quedar la cagá, todos pegándose a combos con todos. Le comenté que se estaba metiendo en una volá muy de narco, el Roni se rió y me dijo que no, que era primera vez que le pasaba y la última vez que le iba a pasar. “Eran muy flaites”, me dijo. Volvimos al carrete fome y estaban todos durmiendo, unos locos agarrando y la Jaz con su amiga y otra mina estaban cantando karaokes de Supernova. Irónicamente el Roni les preguntó si estaba bueno el carrete y ellas respondieron que sí. “Supernova debería volver” dijo la Jaz y yo le dije que ya habían vuelto. ¿La dura? Me preguntó y yo le dije que sí, que incluso iban a sacar canciones nuevas. El Roni me dijo que me dejara de inventar hueás y que vayamos a su casa al after, que igual era temprano, que le quedaban piscolas por tomarse y podíamos seguir hueviando un rato. Ahí yo pensé que ya era mucho, ya cumplí me deber de amigo de apañar un viernes en la noche, así que le dije que no, que no hueviara. Me respondió “Hueón, no seai gil. Estoy haciendo esta hueá por vo, ¿cachaste como está la mina que está con las cabras? Hueón, está pal pico y vo no la podí dejar pasar, aprovecha que estai soltero”. Yo le dije que no, que estaba cansao, que no estaba en la etapa de ponceo de la soltería y que además no ando caliente en general. De hecho como hace dos semanas que no me pajeo. Es raro, pero no me dan ganas. “Ya, haz la hueá que querai. ¡Yaz! ¿Podemos tirar a este hueón ahí cerca del Mc Donalds?” dijo el Rony. La Jaz respondió que sí y nos fuimos. Antes de irnos volvió el dueño del departamento. Nos preguntó por qué nos íbamos y la Jaz le respondió así, sin pelos en la lengua, “porque está muy fome tu hueá de carrete” Yo le dije chao, que estaba buena onda su departamento y que lo había pasado bien. Igual era verdá que lo había pasado bien. Saqué algunas cosas buenas de las conversaciones que tuve, sobre todo lo de pasear perros de noche y de la locura. Me parece un pensamiento hipócrita y casi mal educado el de que los viejos son locos o medios raros por el sólo hecho de ser viejos. Pero de verdá lo pensaba, de verdá lo creía. Pero me gusta esto que tengo yo de cuestionar mis propios pensamientos. Me gusta darle una vuelta a las cosas que pienso y eso estaba haciendo. Y lo sigo haciendo ahora.
   Al otro día me desperté con caña, con calor y además tarde. Sabía que el sábado se me iba a pasar volando, pero no hice mucho al respecto. Vi tele un rato, comí cereales con leche, me duché pa pasar la caña y de repente ya eran las dos de la tarde. Estaba todo hecho para que fuera un sábado muy normal. Y yo creo que lo fue. Después de almuerzo me quedé dormido viendo una película de Kate Winslet (¿Cuántas películas tiene Kate Winslet?) y después fui a tomar once donde mi abuela y de repente ya eran las 8 de la noche. Ya se me había pasado el sábado. Y no había paseado a mi perro, cosa que generalmente intento hacer el fin de semana. Igual lo podía dejar pal domingo, pero fue inevitable hacerme la pregunta ¿y si lo paseo a las dos de la mañana?
   Habían varias razones para hacer de esta idea una idea no tan mala. Primero, no quería carretear. Últimamente mis carretes no han sido buenos y estoy en una fase más introspectiva, que se demuestra en las pocas ganas que tenía de salir el viernes, de preferir ver películas. Segundo, no iba a tener sueño a esa hora, porque dormí caleta en la tarde y no se veía por donde iba a tener sueño. Tercero, podría experimentar algo nuevo, ponerme en el lugar de los viejos, de los señores e intentar saber qué chucha pasa por las cabecitas de las personas que pasean perros de noche. Eran buenas razones para hacerlo, y lo hice. Antes de ir busqué por google, a ver si alguien había escrito alguna referencia, algún blog sobre pasear perros de noche. Hay escritos sobe la experiencia de ir a Torres del Paine, de acampar en uno u otro camping ¿Por qué no habría une referencia a pasear perros de noche? Busqué y salían puras hueás. ¡Me aconsejaron que paseara a mi perro con un collar o una correa LED! Supuestamente para que se vea y no lo atropellen, pero en verdá es muy estúpido y no lo iba a hacer. Me dio un miedo, o quizás desesperanza, de estar adentrándome a un mundo de gente muy paranoica, que sigue al pie de la letra las instrucciones, y que quizás sus veterinarios les dicen que tienen que pasear cada ocho horas a su perro, entonces para cumplir eso lo pasean a las 2 de la mañana, con luces LED y un abrigo reflectante. Preferí pensar que no era así y lo pasié igual.
   Iba por la calle, a las dos de la mañana, mi perro muy entusiasta y cada dos cuadras se escuchaba una casa con reggaetón. Algunas casas se hacían las hippies y escuchaban Los Tres o guitarreaban Joe Vasconcellos. No tengo nada contra esas casas, pero la verdá no me daban ganas de ir a esos carretes. Habían unos perreos que me dieron ganas de mandar a la chucha a mi perro y colarme. Después de un rato descubrí realmente cuál era la finalidad de mi actividad: Estaba haciendo un paseo de un sábado por la noche, pero sin las ganas de carretear, sino de pasear a mi perro. Entonces podía ver y analizar todo con una distancia de los hechos que era la raja y que me generaba una visión bien objetiva de lo que pasaba. De repente estaba caminando con mi perro y de frente vienen varios pendejos, medios quinceañeros. Varios tambaleándose por haber tomado mucho. En general se veía que lo estaban pasando bien, pero me llamó la atención de que se reían por cosas muy tontas, muy fomes más bien. Alguien le tocaba el hombro a otro y se escondía y no cachaba quién le tocaba el hombro y se reían mucho de eso. Igual pensaba que yo también debo haber hecho eso y me debo haber reído de eso. Luego se acercaron a mí, le hicieron cariño a mi perro y se burlaron un poco de mí, porque estaba paseando a mi perro y no estaba carretiando y riéndome de cosas tontas, que es lo que se debe hacer un sábado en la noche. Y ahí fue cuando supe que quizás los jóvenes creemos que el mundo está hecho de una forma, pero que de verdá no es tan así. ¿Por qué hay gente que pasea perros de noche? No sé, pero tampoco sabría responder bien a la pregunta de por qué se toma alcohol un sábado en la noche. ¿Para pasarlo bien? No siempre lo paso bien tomando, pero hay veces que de verdá lo paso bien. El punto es que quizás los jóvenes, nosotros, yo y mis amigos y los que conozco estamos moldeando un mundo que quizás no es como lo moldeamos. E intentamos que los viejos se adapten a ese mundo. Y si no encajan están locos. Quizás las dos de la mañana es una buena hora para carretear, para dormir también, pero quizás es aún mejor para pasear perros. Eso fue lo que pensé. Y quizás lo sigo pensando.
   Al otro día en el almuerzo le comenté mi situación a mi mamá. Me dijo que podía ser verdá, que le gustaba que yo pensara cosas de ese estilo. Pero que creía que era todo lo contrario: Todo viene moldeado desde hace muchas generaciones atrás y los últimos que moldearon un poco eran los mayores. Y que los jóvenes intentan cambiar el molde. Yo le dije que quizás en ese cambio de molde juvenil era donde los viejos quedaban medios obsoletos y se daba fuerte el cambio generacional y se daba a los viejos por locos. Me dijo que tenía razón. Después le ayudé a limpiar la cocina porque estaba bien sucia. “Tu perro que deja todo sucio”, me dijo. No le respondí nada.
   Me metí a Facebook y el Roni me empezó a hablar. “¿Qué hiciste ayer wn?” me puso en el chat

jueves, 3 de enero de 2013

Cosas que alguien de mi edad le contaría a otra persona de su edad



Cacha que escribí un cuento de estos pa Santiago en cien palabras cachai y la hueá estaba terrible de buena, así como que era muy preciso porque tenía cien palabras, jajaj, y además como que no le faltaba nada, onda lo leíai y no sobraba nada, así perfect. Y ya po, estaba donde la Camila y estábamos viendo una película, más mala que la chucha la hueá. Era una de este loco de Austin Powers, ¿cómo se llama? Esa hueá, Mike Myers, que hace como de un indio de la India que es un consejero como de celebridades, una hueá rara y, puta, en la película culiá tiran puras tallas fomes. Sale también ésta loca, la Jessica Alba, que por más rica que sea, puta que actúa mal y el personaje además que le pusieron, no tenía por donde hacer una hueá decente. Ya, pico, la hueá es que estábamos con la Camila viendo esta mierda fome y la Camila me comenta que hoy día se acababa el plazo pa mandar los cuentos a la hueá de Santiago en cien palabras. Y yo así como, puta la hueá, onda, no voy a alcanzar a mandar la hueá. No lo tenía pasao a computador, porque lo escribí a mano; soy todo un poético escribiendo hueás a mano, jaja. Y tenía la hueá en mi casa, y yo estaba donde la Camila y en micro me demoro entre media hora y cuarenta minutos a mi casa, pero ya era tarde po. Eran como las once de la noche. Y el plazo era hasta ese día, hasta las 12 de la noche. Entonces no sabía qué hacer y la Camila me dijo, mauri, llama a tu casa y dile a tu hermano que lo mande. Y yo así, buena loca, bacán, le di un beso  y llamé a mi casa. Llamé y no contestaba nadie. Llamé de nuevo y nada. Y de ahí me acordé que era la fiesta de graduación de cuarto medio del cabro chico, entonces estaba él con mis dos papás en la hueá de fiesta y no había nadie en mi casa. Y, puta hueón yo estaba seguro que si mandaba el cuento iba a ganar. Entonces la piqué po, me fui corriendo pal paradero y la Camila me decía, pero mi amor, lo mandai pal otro año, y yo estaba como loco así, enajenado y le decía  no no, tengo que llegar, tengo que puro llegar, y la Camila, pero hueón, pico con la hueá de cuento, y yo iba saliendo de su casa y me frené y le dije, pero cómo que “hueá de cuento”, no sabí lo que me costó escribirlo y la hueá. Y puta, la Camila se enojó caleta, onda, es que hueón, no me pescai nunca, siempre andai preocupao de otras cosas, nunca te preocupai por mí, no me podí tener tan en segundo plano, esta hueá del Santiago en 100 Palabras, hueón, pa que menos importante pa vo la hueá y aún así salí arrancando de mi casa pa poder cumplir con la hueá. Yo no sabía que responderle, como pa no cagarla cachai, pero me fui en la que pensaba nomás po y le dije que, primero, no podía ser tan egoísta y pensar que yo tengo que estar con ella en todo momento y pensar todo el rato en que primero está ella. Yo le dije, Camila, en todo momento ando pensando en ti, de verdá te tengo terrible presente en todo lo que hago. En lo que hago y en lo que no hago. Y la Camila me iba a hablar de vuelta y me adelanté y le dije, y en segundo lugar, no podí enojarte por cualquier hueá; siento que de verdá puede salir algo bueno de ese cuento y no me lo echí a perder, porfa, no te enojí por esta hueá y no me frení tampoco. Y la Camila me dijo ya ándate nomás, de ahí hablamos. Y yo como, ya po, me voy. Que estí bien, le dije, así terrible de cortante, jaja, y me fui corriendo pal paradero, porque estaba justo con el tiempo po. Y hueón, iba llegando al paradero y pasa la 403 conchetumadre, y a esa hora igual se demoran en pasar y yo estaba justo con el tiempo y no sabía qué hacer. Y en la locura así, paré un taxi, que estaba viniendo justo detrás de la micro que acababa de pasar. Miré mi billetera y tenía luca hueón, ¡Luca! El hueón cagao, estaba en la miseria y le dije al taxista, le pago luca si me deja delante de esa micro en el paradero que viene. Y el taxista muy tranquilo me dijo ya, y me subí y el culiao la picó caleta, así pguuu y se tiró delante de la micro y la micro pegó una chantá maomeno y le pegó el terrible bocinazo y el taxista quedó adelante po. Cuando el micrero lo estaba tapando en bocinazos, el taxista se dio vuelta y me dijo son mil pesos. Jajaja taxista culiao, le pagué la hueá y hice parar la micro. Como ya estaba pará la weá sólo me abrió la puerta y me preguntó ¿qué onda ese compadre? Yo me hice el hueón y le dije no sé. Igual pagué el pasaje y todo. Me quedaba plata en el pase.
Miré la hora y eran las once y media y yo pensaba conchetumare, que la pique este hueón porque sino no llego ni cagando a mandar la hueá. La micro iba bajando por Irarrázabal y la hueá paraba en todos los semáforos conchetumare, y yo estaba así pal pico, vuelto loco con la hueá. Es que en verdá yo creía que iban a elegir mi cuento. Y ahí en Manuel Montt, donde está el teatro municipal, se sube la tami. Y yo así, puta la hueá, desde que terminamos que no hemos hablado nada. Y yo así, puta la hueá que ando con mala cuea y miraba pal techo, me hacía el hueón. Además se me había descargado el celular, entonces no andaba con nada pa escuchar música ni pa jugar, entonces como que no me podía hacer el hueón haciendo otras hueás. La miré de repente y me miró de vuelta y me dijo hola, se me acercó y nos saludamos. Y puta, la situación más incómoda que la chucha cachai, como que atiné a preguntarle qué hacía por Irarrázabal, porque la mina vive en Maipú. Y me dijo, no es que había una tocata de Denver, una hueá así media maraca y que se estaba yendo pa su casa. Y yo como, ah buena. Jajaja, no sabía qué chucha hablarle hueón, como que la relación nunca fue buena y además cómo terminamos. Le pregunté dónde se bajaba, jaja, pa saber más o menos cuanto rato de incomodidad me quedaba. Y se bajó ahí en Vicuña, así que en verdá fue muy piola, no hablamos ni una hueá, onda cómo me estaba yendo en la u y esas mierdas típicas de cuando la gente se encuentra y no sabe qué chucha hablar. Ya, la tami se bajó en Vicuña y ya eran 20 pa las 12 y yo, conchetumareee, no voy a alcanzar a llegar a mi casa y hueá. Me bajé en la alameda, tomé al toque la 401 y la hueá se fue hecha un pico pa bajo, onda paraba en las estaciones de metro nomá, y si es que. La zorra la hueá po. Yo estaba en éxtasis, no sé por qué tan así, si es un cuento nomás, pero yo estaba sintiendo el viaje así terrible de adrenalínico, estaba en una volá muy cuática. La hueá se demoró como 10 minutos a república, la hueá hecha un pico así, y llegué  a mi casa y la conchatumadre no tenía las llaves, puta madre. Fui donde el José, porque hay una forma de pasarse de su casa a la mía. Era tarde, me importó un pico, le toqué el timbre de la casa nomá, porque no me quedaba batería pa llamarlo. Salió su vieja así reclamando caleta, quién toca el timbre a esta hora y la hueá. Yo como, hola tía, necesito urgente al José, que necesito entrar a mi casa y se me quedaron las llaves y no hay nadie porque es la graduación del Jorge. Y la tía como, ya y la hueá. Apareció el José así, con cara de que se estaba pajiando y le dije, hueón necesito entrar a mi casa y métete a la página de Santiago en cien palabras, porque tengo que mandar un cuento. Y me empezó a putiar el culiao, onda no podí ser tan mamón pa mandar hueás a esa mierda, la hueá trolla, y yo, cállate hueón, y métete a la página, que me quedan como 2 minutos pa mandar la hueá. Ya, el culiao se conectó y yo me pasé a mi casa, encontré al toque el cuento, porque lo tenía como enmarcao en el escritorio de mi pieza jaja. Escribí la hueá en la página y le puse enviar. Y la hueá se quedó pagada en enviando. Y yo así, ¡nooo!, y el José estaba así, no te preocupí hueón, si la hueá se queda pegada de repente, pero funciona. La hueá es que su computador se quedó pegado pa siempre, onda pasaron como dos horas ahí con el José y la hueá no pasaba na. El José me decía, hueón reiniciémoslo, y yo hací, no hueón, se va a perder la hueá y hueá po. Y el culiao me decía, no seai hueón, la hueá ya era, necesito rescatar mi notebook, yo ocupo la hueá po. Y yo así, ya haz la hueá que querai. Y me fui pa mi casa. Desde mi computador me metí a Santiago en cien palabras y empecé a cachar si es que había alguna forma de saber si se había mandado el cuento, algún tipo de historial de la hueá, no sé po. Y la hueá nada po. Y puta, no sé si se mandó el cuento o no po. Y una mierda, porque no sé si mandarlo de nuevo, porque si lo mando pal otro año y los locos que lo revisan cachan que se mandó de nuevo un cuento, los locos no van a pescar mi cuento y me van a huebiar de que estoy mandando hueás que ya leyeron y hueá.