jueves, 27 de noviembre de 2008

Muera de sapo

Un cuento. Ahora viene un cuento y les digo a todos los que no me quisieron escribir la continuación pasada todavía pueden hacerlo. Esa instancia estará abierta para siempre. Ahora a lo mío:::::::::::::

Les voy a contar un cuento de un sapo que se creía humano. A penas había llegado a este mundo, el sapo se dió cuenta de que los humanos mandaban en él. El planeta era de ellos: Lo contaminaban o descontaminaban a gusto, se amaban o mataban proporcionalmente a su crudeza y por sobre todo permitían la vida de otras especies. Si alguna se portaba mal de acuerdo con los cánones de convivencia de los hombres, posiblemente aquella especie podía irse a la extinción.
Entonces, ya sabido todo esto, el sapo concluyó que si se portaba al igual que los hombres, cuidando la naturaleza y aprovechando al máximo su potencial cerebral, podría integrarse a esta sociedad. EL sapito, ya hjabiendo conocido y estudiado a la raza humana en su totalidad, quizo comenzar su metamorfosis al igual como se inicio el humano: Dominando el fuego.
El cuento parte con el sapo ya sabiendo hacer fogatas, cazando animales, aprendiendo a leer y comunicarse en tres lenguas (español, inglés y latín) e intentando sumar y restar.
Nuestro amigo ocupó mucho tiempo en mal formar su cerebro y conseguir dominar las opñeraciones básicas. Ahora sólo es cosa de tener un poco de dinero y lograr el gran salto a la civilización animal.
Pero antes un grupo de sapitos se le cruzan y lo invitan a participar de su tribu ("¿Güerep, güerep?).
Riendose de su poca capacidad intelectual, el sapo dice que no ("Güerep"). Los otros le responden que se deje de tontear y que se vaya con ellos, porque si no su desarrollo se iba a producir en un mal momento y perderá la oportunidad de tener hojos ("Güerep, ¡Güerep!, güerep").
La juventud del sapo desvolucionó su superdotado cerebro y se fue de parranda con sus nuevos amigos. Yo no lo calificaría de nerd, pero su relación con la sociedad era bastante precaria y ahí comenzó su deterioridad.
"No se atreve a comer moscas, no chapotea en el estanque y lo que es mucho peor, las chiquillas lo miran como si el fuera una rana".
El sapito quería oír algún consejo: "El sapo ante todo es un bicho feo, pegajoso y con ojos saltones que no sabe más que eruptar y poner huevos. Muchos humanos quisieran tener una vida tan placentera como la nuestra, en la que aunque seamos asquerosos igual sobrevivimos."
Pensó, pensó, el sapo pensó, yo pensé, el sapo también, pensó y pensó.
Luego se dijo a si mismo: "Ocupa tus conocimientos en latín para cuativar a las sapitas."