lunes, 16 de agosto de 2010

George versus los chalecos con cierre vol.1


Hoy en el mes de George, primer capítulo de una gran batalla:::::::::::::::::::::::::::::::::::

Al igual que todos los años, las tiendas sacan y sacan ropa para que la gente se las compre. Pero esta vez una malvada ropa, no tan distinta que las otras pero sí muy fea, se decidió a salir al público para que alguien con mal gusto la adquiera y llene de horror las calles capitalinas: el famoso y deprimente CHALECO CON CIERRE.
Era un día normal, de esos que hay sol pero con nubes, y George se paseaba por el centro de la ciudad, recogiendo comida de los basureros y ladrándole a las palomas. A una en específico que no se molestaba con el sonido que producían sus ladridos. Así, se la fue persiguiendo por varias calles, inquietó a más de algún transeunte, hasta que por fín pudo quitársela de encima. Arrancó la paloma. Después de esto, George se volvió para encontrar un espacio soleado donde dormir la siesta y ahí se topó con algo terrible: Un hombre, que tenía puesto un CHALECO CON CIERRE caminaba por la ciudad, esparciendo su fealdad por todos lados. George quizo que esa persona no se vea más fea de lo que es y rápidamente saltó sobre el humano y le mordió el CHALECO CON CIERRE para que quedara inutilizable y no se lo ponga más. Para mala fortuna de George, la gente creyó que él estaba atacando a un pobre transeúnte inocente y se fueron contra George, lo golpearon y lo alejaron del chaleco.
El perro no podía creer que los humanos, que tenían tan buenos medios de producción y tan sofisticados diseñadores, siguieran produciendo CHALECOS CON CIERRE. Por más que pintaran los muros de las casas, por más que regaran las plantitas y barrieran las calles, la ciudad no podía ser embellecida, porque esta peste seguía expandiendo sus garras por todos los sectores de la capital. George sabía que si atacaba a los chalecos uno por uno, no conseguiría nada, ya que las fábricas estaban produciendo miles de estos al día y George sólo podía eliminar dos diarios. Así que fue al meollo del asunto: se paró al frente de una tienda expendedora de este infernal producto y comenzó a gruñir: "grrrrr, ¡guau! ¡guau! grrrrrr".
Por suerte para George, antes de que se le partiera la voz de tanto ladrido, llegó un inspector municipal para sacarlo del lugar, ya que ahí molestaba a la clientela de la tienda. Indignado, se fue a corretiar palomas para pasar el rato, mientras pensaba que por más que limpiaran el smog e hicieran el mapocho navegable, la ciudad seguiría siendo horrorosa ante tal crimen estilístico. Y luego dijo: "Hay que conscientizar a las masas ante esto. Háganse ver chiquillos". La lucha recién comienza.

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