Antes de pasar del calor solar al calor de las fotocopias, quería escribir un cuento. Uno no más por ahora, después vendrán más, no se asusten::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Un chiste buena onda, poco grosero y si está bien contado siempre hace reir, invitó a todos los del sindicato de chistes a comerse un asado a su casa. Dio mal la dirección a propósito, todos llegaron tarde (excepto el presidente del sindicato que sabe donde viven todos "por si tengo ganas de comer un queque recién hecho para la once", se excusa) y se rieron de la broma y fue el tema de la tarde noche. Lo que había preparado para la tarde-tarde noche no era muy especial: longanizas y hamburguesas a la parrilla y entrega de premios buena onda: El más mal contado, el más largo, el más típico, el más cochino, el más ofensivo y el premio al nuevo talento joven. Todos aplaudieron y qué se yo, para luego pasar a lo que nos convocaba: Habían unos chistes que eran tan largos que ya no terminaban chistosos, sino que era lo que pasaba entremedio de la historia lo que hacía reir más a sus oyentes. Y esto estaba rompiendo los cánones establecidos en los tratados de 1927, que decían que para que un chiste sea chiste, la parte más graciosa debía ser la del final, como el ejemplo que sale en la escritura: "(...)entonces abrió la puerta y se la cayó el pico, jaja". Y si estas anécdotas se unen y forman un nuevo conglomerado, el sindicato perderá aproximadamente un tercio de sus adherentes.
Fue un momento serio, a eso de las 22:30 en donde los chistes pensaban en como arreglar la situación.
"¿Quién quiere más vino?". Ya son la una y media y no se habla más del tema importante y grave. Los chistes se cuentan a ellos mismos, o cuentan a sus amigos y los demás se rien y dicen: "Dile que venga pa' la otra". Así cada uno mostraba sus bondades, algunos con harto aparato reproductor y otros con harta suegra y funerarias.
Sentado en una silla de plástico blanca, bien cerca de la parrilla, miraba la situación el ganador del chiste más fome ("Había una vez un niño que se llamaba Pedro y después de bañarlo, sólo se llamó edro"). Media hora después esperaba que lo vinieran a buscar, porque su papá tenía auto y podía recogerlo. Pero pensó que su humillación no se pasaría lléndose a acostar. La craneó harto y se iluminó: Llamó a uno de sus mejores amigos a que viniera a la fiesta "que está pa que mas buena", decía el mensaje de texto. Le ofrecieron vino y no quería, los más burlones le ofrecieron cien pesos por el trofeo, pero el no los aceptó. Cuando lo obligaban a ir a comprar más alcohol, apareció su padre que se lo llevó. Y en el auto le reprochó: "Te dije que no te juntaras con estos sánganos, cada vez más buenos para hablar de potos y de chuchetumadres".
"Hola, ¿Han visto al Habia Una Vez Un Niño Que Se Llamaba Pedro y Después de Bañarlo, Sólo Se Llamó Edro?" Así se presentó el amigo invitado, al que rápidamente le preguntaron el nombre: "Ayer Pasé Por Tu Casa y Me tiraste Un Lápiz. No Lo Bic".
Así el chiste durmió tranquilo sabiendo que no ganaría ese premio el próximo año.
sábado, 20 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Jaja, buen cuento. Me gustó el estilo poco pretencioso e irónico de tus escritos. Se me ocurre que eres de los que escriben hartos y que no desechan ninguna idea: todo es arte o nada es arte, no importa en realidad. Seguiré pasándome por acá de vez en cuando. Saludos. Moncho
Publicar un comentario